Ciudades y esquinas urbanas
(Manuel de Solà-Morales, Comisario de la exposición “Ciudades, esquinas”)
Diversidad de fachadas y personas se encuentran en las esquinas y provocan la innovación y el estímulo. La exposición “Ciudades, esquinas” mostrará cómo la idea de la esquina va más allá de lo puramente geométrico para convertirse en un principio vitalizador, en una auténtica metáfora de la ciudad.
“Una ciudad está compuesta de distintas clases de hombres;
personas parecidas no pueden formar una ciudad.”
Aristóteles (Política)
Cuando me pidieron realizar una exposición acerca de las ciudades, inmediatamente pensé que no era cuestión de insistir en una muestra tópica de los “problemas” urbanos –infraestructuras, vivienda, periferias, renovación, etc., ni tampoco quería dar una lectura tecnocrática –que hablase, por ejemplo, de flujos, mutaciones, reflejos o márgenes–, sino que pensé en presentar las ciudades a través de algo muy concreto, material y tangible, algo que valorase más
los sentidos que la abstracción, mucho más lo político que lo mecánico.
Pensé entonces en el interés figurativo de las esquinas, y en la condición de la esquina como paradigma de la diversidad urbana, arquitectónica, cívica y cultural. La diversidad cultural es un hecho urbano. En el mundo contemporáneo, donde más del 80% de la población vive urbanizada (y el resto no puede tardar en asimilarse a ella como única garantía de su proceso económico y social), las ciudades son las máquinas fantásticas que permiten transformar la soledad en intercambio y la ignorancia en progreso.
Así pues, para presentar la diversidad cultural no es necesario imaginar un mosaico de exotismos, sino presentar las ciudades como el lugar de mezcla e intercambio, lugar plural y contradictorio por excelencia, lejos de las reducciones demasiado simplistas o sistemáticas que hacemos a menudo.
Esta muestra presentará las ciudades como encrucijadas de cultura, comunicación e intercambio, de construcción y territorio. Siguiendo el eje de la “diversidad cultural” del Fórum, la exposición pretende presentar las ciudades en su especificidad física, aun cuando son protagonistas y resultado de la globalización económica. Pretende presentarlas
como encrucijadas geográficas, sociales y económicas, pero también poniendo de manifiesto la condición angular con la que la arquitectura las materializa.
Hoy vemos a veces las ciudades como territorios de flujos y relaciones abstractas, puramente dinámicas, sin materia ni posición significante, como un mero fenómeno de mutación, de tránsito, de efímera frontera, casi independientes del soporte físico y la vida política. Pero esta ilusión tecnocrática descuida que, a la vez, y precisamente porque se configuran como espacios colectivos, las ciudades son el lugar de máxima oportunidad para la diferencia, la acogida, la justicia y la compasión. Plazas y calles han sido desde hace más de un siglo los espacios públicos modélicos acerca de los cuales se ha discutido, proyectado y comparado un espacio urbano más deseable. En el fondo, existe una hipótesis de civilidad pacífica y urbanidad institucional. La plaza como un espacio central celebrativo y simbólico y la calle de las tiendas y del paseo son imágenes que evocan una idea de civis identitaria, comercial y organizada.
Sin embargo, la ciudad, que ciertamente es un sistema complejo en continua transformación y también, en ocasiones, una concentración unánime y participativa –de forma más o menos patrocinada–, es el lugar de la diferencia y la fricción, del acuerdo forzado o fortuito, de tensión y conflicto permanente. La intersección de personas, construcciones, movimientos y energías es la razón y la fuerza de la ciudad. Las esquinas son el modelo primigenio.
Las esquinas expresan la naturaleza de la ciudad como un lugar de encuentro, superposición y conflicto. Las ciudades están hechas de la multiplicación de esquinas y, en su conjunto, de retículas de encrucijadas. En la red mundial de flujos y relaciones, las grandes ciudades son las encrucijadas de condensación y de vínculo. Diversidad de fachadas y personas se encuentran en las esquinas y provocan la innovación y el estímulo. Así pues, la esquina es una metáfora
de la ciudad porque constituye una propuesta a partir de la diversidad. En la medida en que no es la idea de orden la que construye la ciudad, sino la idea de diferencia, conflicto o consenso, la esquina es el componente elemental y ejemplar. Diferencia + coincidencia es la definición de esquina. Es, también, la definición de ciudad. En toda forma urbana, la manera en que las calles se cruzan formando cruces y esquinas es la característica fundamental, que conservamos como imagen de la ciudad. El tejido urbano suele ser, al fin y al cabo, una organización flexible y dinámica del espacio para que las actividades y las personas puedan entrecruzarse. El cruce de dos referencias provoca un enriquecimiento de oportunidades, que es el excedente necesario para producir significado. Igual que el primer excedente económico está en el origen de la cultura y la civilización, la superposición de los ejes virtuales en un punto material convierte la esquina en el origen y el fermento generador de la diversidad urbana.
Por el Eixample de Barcelona conocemos bien la importancia de las esquinas. El espacio de los cuatro chaflanes –versión magnificada de los tradicionales cuatro lados– es la imagen más característica del trazado de Cerdà. El protagonismo de los giros, la presencia categórica de tiendas y balcones sobre los 20 m de fachada oblicua, configuran una trama urbana marcada por el ritmo repetido de los chaflanes romboidales. Más que un trazado de manzanas y calles, el plan Cerdà ha hecho una ciudad de esquinas.
Vistas desde el cielo, todas las ciudades son un entramado de manzanas y calles, más o menos irregulares. Pero, tal y como las vemos desde tierra, en el uso y la memoria de los ciudadanos, son secuencias de cruces y esquinas, puntos significativos y símbolos de la variedad y extensión de la ciudad. Y esto es así tanto en las grandes ciudades como en los pueblos, en las zonas densas como en las dispersas, en los ángulos de las grandes avenidas como en los cruces de los caminos rurales. Los chaflanes de un ensanche; el corner shop, el café o el estanco de la esquina de cualquier barrio; el edificio singular y publicitario o la estación deintercambio del extrarradio concentran la actividad e imagen de toda un área, y así se convierten en lugar de intercambio social, esquinas…
Pero construir una esquina también es un trabajo de acuerdo entre dos frentes que deben hacerse coincidir. Su encuentro llegará a producirse de forma ejemplar o nefasta, o no llegará a producirse, pero la construcción de una esquina supone siempre un ejercicio de mérito. Lo es tanto en la construcción arquitectónica como en todo otro oficio constructivo. “Problema al canto”, decían los carpinteros advirtiendo que las dificultades de ensamblaje de una puerta, mesa o ventana aparecen al resolver el ángulo. La arquitectura de las esquinas es el ejemplo del acuerdo entre fachadas contrarias y también el mérito de convertir este consenso en una obra simbólica y permanente. Quizás por eso hoy en día más bien las echamos de menos.
El paraíso en la otra esquina que pronostica Vargas Llosa quizás hará llegar al Hombre de la esquina rosada del que hablaba Borges. Comprenderíamos entonces por qué Morton White hablaba de la street corner society y por qué Baudrillard filosofaba sobre los rincones como lugares de imaginación y sentimiento. También Italo Calvino había escrito que las ciudades no explican su pasado sino que lo contienen, como las líneas de la mano, en las esquinas de las calles…
Si sólo vemos la ciudad contemporánea como un campo virtual de flujos y sistemas, de relaciones económicas aparentes y relaciones sociales ocultas, nos faltarán esquinas. Las periferias aburridas de las casas en fila, el suburbio de bloques segregados y solitarios, los centros de negocios desiertos por las noches y en días de fiesta, los parques tecnológicos –de ocio, comercio, negocios– autistas y alejados, no tienen esquinas.
En la ciudad neoliberal, donde el territorio abierto y la construcción compacta se reparten heterogéneamente el dominio, no habría nunca suficiente con la autoridad funcional de las redes y servicios: también es necesaria la presencia estratégica y simbólica de las esquinas, la arquitectura social del territorio. Las grandes jóvenes metrópolis asiáticas y africanas, ya marcadas como un producto de la globalización, en cuanto a la extensión de hectáreas de viviendas precarias, no pueden transformarse según trazados urbanos convencionales y sí, en cambio, por intervención en puntos singulares de acento y referencia. Tienen autopistas que las atraviesan y rascacielos acumulados en el
centro, pero no tienen esquinas.
Esta exposición mostrará cómo esta idea va más allá de lo arquitectónico o geométrico y cómo en ciudades de formas muy variadas podemos reconocer en diferentes escalas la idea de esquina como principio vitalizador. Se mostrará con materiales espectaculares y directos la evidencia de este hecho a través de las ciudades de hoy. La exposición exhibirá maquetas, filmes, dibujos y fotografías para dar vida a las esquinas. A escala global, también mostrará cómo, en la geografía mundial de la urbanización, las ciudades son –por imagen y función– esquinas de las redes de interdependencia global. Las mayores metrópolis emergentes son grandes esquinas mundiales donde se cruzan las
migraciones y las actividades, el transporte o los flujos del capital. La presentación de algunas de las principales de estas ciudades (del sur asiático, de América latina, de la cultura islámica) amplía la reflexión sobre la condición de la urbanidad como encrucijada. Se trata de interpretar cómo las megaciudades en continuo crecimiento sacan su fuerza y carácter precisamente de esta condición de encrucijada a nivel mundial. Por lo tanto, se trata de una perspectiva horizontal y geográfica sobre la actual condición urbana del mundo, que, incorporando también las permanencias de la historia urbana, pretende sobre todo hacer reflexionar acerca de las virtudes de la intersección, incluso de la promiscuidad, como objetivos de cualquier proyecto de ciudad. Estos serán algunos de los mensajes de la exposición:
1) A pesar de la cantidad de problemas que se acumulan en las ciudades, éstas son el establecimiento permanente que la humanidad se da para ayudarse a progresar. En el mundo globalizado, las ciudades son el principal recipiente de la diversidad cultural.
2) Las ciudades, por sí mismas, están formadas de intercambios en su origen y crecen por la acumulación de más intercambios: intercambio de gente, mercancías, flujos; intercambios voluntarios e involuntarios; intercambios personales, sociales y económicos, e intercambios políticos.
3) Los espacios sociales de la ciudad concentran en algunos momentos estos intercambios. Cruces de carreteras, cruces de calles, nudos de comunicaciones materializan los flujos.
4) Las esquinas son las formas visibles que la arquitectura da a esta red de intersecciones: ejercicio de dificultad y mérito que representa toda la complejidad y riqueza de la urbanidad. Sin buena arquitectura no puede haber ciudad.
5) La idea de esquina es una idea universal. En todas las culturas, el paso de la organización tribal a la social adopta la esquina y la trama como principio de asentamiento. Las ciudades fundadas repiten siempre, desde la antigüedad hasta nuestros días, el principio de la red de esquinas.
6) Las metrópolis aceleradas del Tercer Mundo –como las periferias, sean pobres o ricas, del Primer Mundo– son territorios sin esquinas, sin intersección física ni social. Sin embargo, resultan ser los lugares con mayor potencial y demanda de futuro.
7) Las tendencias a la segregación de funciones, a crear territorios temáticos, a la autonomía de los guetos residenciales (ricos y pobres), se tienen que compensar con el refuerzo de nuevas esquinas territoriales que apoyen la interacción, libre y contradictoria, de personas e intereses. Indiferencia y diferencia hacen que la ciudad sea abierta.
8) A gran escala, también el mundo urbanizado es una red de esquinas donde las grandes metrópolis destacan como esquinas del sistema global de flujos e intercambios. En las grandes ciudades se cruzan los transportes, las migraciones, los negocios.
9) Pero las esquinas del capital no son las de la gente. Ni tampoco las del movimiento o las de la comunicación.
10) La urbanidad –la diversidad cultural– no es una cuestión de aglomeración o dispersión. Es una cuestión de interdependencia, de densidad de cruces, de más y más esquinas.
Éstos son los eslóganes. Sin embargo, lo que cuenta es lo que veremos en verano en la caja metálica del Centro de Convenciones del Fórum.
(publicado en LOS MONOGRÁFICOS DE B.MM NÚMERO 4, Barcelona)